lunes, 13 de mayo de 2013

EL DOCTOR TERRÍBILIS


El doctor Terríbilis y su ayudante, Famulus, trabajaban secretamente desde hacía tiempo en un invento espantoso. Terríbilis, como seguramente su mismo nombre indica, era un científico diabólico, tan inteligente como malvado, que había puesto su extraordinaria inteligencia al servicio de proyectos verdaderamente terribles.
Verás, querido Famulus: el supercrik atómico que estamos terminando será la sorpresa del siglo.
No cabe duda, señor doctor. Ya estoy viendo cómo se quedarán nuestros estimados compatriotas cuando usted, con el supercrik, arranque la Torre de Pisa y la transporte a la cima del Monte Blanco.
¿La Torre de Pisa? —rugió Terríbilis—. ¿El Monte Blanco? Pero, Famulus, ¿quién te ha metido en la cabeza semejantes bobadas?
La verdad, señor doctor, cuando proyectamos...
¿Proyectamos, señor Famulus respetabilísimo? ¿Nosotros? Tú, personalmente, ¿qué has proyectado? ¿Qué has inventado tú? ¿El papel del chocolate? ¿El paraguas sin mango? ¿El agua caliente?
Me retracto, doctor Terríbilis —suspiró Famulus poniéndose humilde humilde—, cuando usted, y sólo usted, estaba proyectando el supercrik, me pareció oír aludir a la Torre de Pisa y a la cumbre más elevada de los Alpes...
Sí, me acuerdo muy bien. Pero te lo decía por pura y simple precaución, mi excelente e insigne Famulus. Conociendo tu costumbre de cotillear a diestra y siniestra, con el chico del panadero, con el empleado del lechero, con el portero, con la cuñada del primo del portero...
¡No la conozco! Le juro, señor doctor, que no conozco en absoluto a la cuñada del primo del portero y le prometo que nunca haré nada por conocerla.
De acuerdo, podemos eliminarla de nuestra conversación. Quería explicarte, amable y atolondrado Famulus, que no me fiaba de ti y te conté el cuento de la Torre de Pisa para ocultarte mi verdadero proyecto que tenía que permanecer secreto para todos.
¿Hasta cuándo, señor profesor?
Hasta ayer, curiosísimo Famulus. Pero hoy tienes derecho a conocerlo. Dentro de pocas horas estará listo el aparato. Partiremos esta misma noche.
¿Partiremos, doctor Terríbilis?
A bordo, claro, de nuestro supercrik atómico.
¿Y en qué dirección, si me está permitido?
Dirección al espacio, oh Famulus mío, tan rico en interrogantes.
¡El espacio!
Y más concretamente, la Luna.
¡La Luna!
Veo que pasas de los signos interrogativos a los exclamativos. Así pues, fuera dilaciones y he aquí mi plan. Arrancaré la Luna con mi supercrik, la separaré de su órbita y la colocaré en un punto del universo de mi elección.
¡Colosal!
Desde allí arriba, estimado Famulus, trataremos con los terrestres.
¡Excepcional!
¿Queréis recuperar vuestra Luna? Pues bien, pagadla a su peso en oro, comprádsela a su nuevo propietario, el doctor profesor Terrible Terríbilis.
¡Extraordinario!
Graphics
Su peso en oro, ¿me comprendes, Famulus? En oro.
¡Superformidabilísimo!
¿Y has captado la idea?
Captada, profesor. La idea más genial del siglo Veinte.
Espero que también la más malvada. He decidido pasar a la historia como el hombre más diabólico de todos los tiempos. Ahora, Famulus, manos a la obra...
En pocas horas dieron los últimos retoques. El supercrik atómico estaba preparado para entrar en actividad. Curioso aparato, en realidad se parecía al que utilizan los automovilistas para levantar su coche cuando tienen que cambiar una rueda pinchada. Sólo era un poco más grande. Pero tenía acoplada una cabina espacial en la que se habían dispuesto dos butacas. Sobre éstas, en el momento elegido por el doctor Terríbilis para inciar su diabólica empresa, se acomodaron el inventor y su ayudante quien, a decir verdad, sólo trabajosamente conseguía ocultar un extraño temblor.
¡Quieto, Famulus!
Sssí... sseñoor... do-do-doctor...
¡Y no balbucees!
Nno-no se-señor do-do-doctor...
Trágate esta píldora, te calmará al instante.
Gracias, doctor Terríbilis, ya estoy tranquilísimo.
Estupendo. Cuenta al revés, Famulus...
Menos cinco... menos seis... menos siete...
¡He dicho al revés, Famulus! ¡Al revés!
Ah, sí, lo siento mucho. Menos cinco... menos cuatro... menos tres... menos uno...
¡Adelante!

PRIMER FINAL:
Aquella noche no salió la Luna. Al principio la gente pensó que la tapaba alguna nube. Pero el cielo estaba sereno, la noche estrellada. Y la Luna, por decirlo con una expresión manida, solamente brillaba por su ausencia.
Los astrónomos fueron los que la encontraron, tras minuciosa búsqueda, pequeñísima a causa de la distancia, en la zona de la constelación de Escorpio.
¡Mira dónde ha ido a colocarse! ¿Cómo lo habrá hecho?
En ese momento se oyó la voz del doctor Terríbilis en todos los aparatos de radio de la Tierra.
¡Atención, atención! Habla Terríbilis. Terríbilis llama a la Tierra. Como les será fácil constatar, me he apoderado de la Luna. Si quieren recuperarla tendrán que pagar su peso en oro. Los astrónomos saben su peso hasta el último gramo. Esperaré una respuesta veinticuatro horas. Si no aceptan mis condiciones haré explotar la Luna y no volverán a verla. ¿Han comprendido bien? ¡Nunca más! Atención, atención. Habla Terríbilis...
Y para estar seguro de que le habían comprendido, el diabólico cientifico repitió su mensaje dos veces más. Pues para aquel hombre ingeniosísimo interferir simultáneamente los programas radiofónicos de todo el globo terráqueo era como una broma.
Para su desgracia, en la Tierra nadie se preocupó gran cosa por la desaparición de la Luna. En realidad los Estados Unidos, la Unión Soviética, Italia, Francia, China, el Japón y otras muchas potencias comenzaron inmediatamente a enviar al espacio una gran cantidad de lunas artificiales, cada una más luminosa que la otra. Incluso había demasiada luz y la gente protestaba porque no podía dormir.
El doctor Terríbilis tuvo que quedarse con la vieja Luna y comerse las uñas de rabia.


SEGUNDO FINAL:
La desaparición de la Luna levantó espanto y preocupación de un extremo a otro de la Tierra.
¿Cómo vamos a contemplar el claro de Luna si ya no hay Luna? —se decían los soñadores.
Y yo que me iba a la cama con la luz de la Luna para ahorrar electricidad, ¿no tendré más remedio que encender la lámpara? —se preguntaba un avaro.
¡Que nos devuelvan nuestra Luna! —clamaban los periódicos.
Un ratero empezó a ir por las casas diciendo que el comité le había encargado recoger el oro necesario para comprar la Luna. Muchos ingenuos le entregaron anillos, pendientes, collares y cadenas. Cuando consiguió reunir algunos decagramos de oro el ratero huyó a Venezuela y nadie volvió a saber de él.
Para suerte de la humanidad y de los amantes de la Luna, en aquel tiempo vivía en Omegna, junto al lago de Orta, un científico tan inteligente como el doctor Terríbilis, pero no tan malvado, llamado Magneticus. Sin decir nada a nadie, fabricó en pocas horas un superimán atómico con el que atrajo a la Luna a su antigua órbita, a la distancia exacta de la Tierra. Terríbilis puso en funcionamiento todas las espantosas energías de su supercrik en vano: contra el imán de Magneticus no había nada que hacer. Despechado, Terríbilis emigró al planeta Júpiter.
La gente nunca supo quién ni cómo había reconquistado la Luna, sin batallar ni gastar una lira. A Magneticus no le interesaba la gloria y guardó su secreto. Además, él estaba ocupado con un invento importante: el de los botones que nunca se caen. Como es sabido, ha pasado después a la historia por este invento.

TERCER FINAL:

Un silbido agudísimo siguió al «adelante» del doctor Terríbilis y los vecinos lo confundieron con el ruido de una sirena. Unos momentos después el inventor y su ayudante se encontraban en las proximidades de la Luna y el supercrik, colocado en un pequeño cráter, se puso en funcionamiento.
Formidable, señor doctor —se regocijaba Famulus, restregándose las manos—, supermonstruoso.
¡Silencio! —gritó nerviosamente Terríbilis.
¡Silencio! —repitió poco después, a pesar de que Famulus no había vuelto a abrir la boca.
Cuando el doctor Terríbilis gritó por tercera vez «¡Silencio!» hasta Famulus se dio cuenta de que algo no marchaba. El gran supercrik daba salida a toda su diabólica potencia inútilmente. La Luna no se apartaba ni un milímetro de su camino de siempre. Hay que aclarar que el doctor Terríbilis, docto e ingeniosísimo en todos los campos, era más bien flojo en el cálculo de pesos y medidas del sistema métrico decimal. Al calcular el peso de la Luna había confundido la equivalencia para reducir las toneladas en quintales. El supercrik estaba fabricado para una luna diez veces más pequeña y ligera que la nuestra. El doctor Terríbilis rugió de rabia, volvió a subir a la navecilla espacial y se sumió en el espacio, dejando al pobre Famulus solo y abandonado en el borde del cráter lunar, sin un vaso de agua, sin un caramelo para que se le pasara el susto.



¿Qué final te gusta más?

¡¡V O T A  !!

El plazo termina el próximo viernes  20 de MAYO

ANÍMATE  Y ESCRIBE 


UN COMENTARIO INVENTÁNDOTE 

OTRO FINAL, ¡¡LA IMAGINACIÓN AL PODER!!



6 comentarios:

  1. Cuando las personas se dieron cuenta de que el doctor terríbilis había robado la luna ingeniaron un plan. El plan consistía en hacer como si no les importara la luna y cuando el doctor pensara que había fracasado cogerían la luna y la devolverían al espacio. Dicho y hecho, la luna volvió a su respectivo lugar, el doctor fue encarcelado y la tierra volvió a tener su satélite mas bello.

    ResponderEliminar
  2. Lucía Verdegay Fernández19 de mayo de 2013, 9:50

    UNA TRAMPA

    A los ciudadanos de la Tierra no les importó que la Luna no estuviera, es mas, había gente que decía que era mejor que no estuviese.
    Cuando el doctor Terríbilis se enteró, no se lo podía creer. Su plan había fracasado por los ingenuos que son los ciudadanos.
    Lo que él no sabía era que, mientras tanto, el “supercrik” se estaba quedando sin energía. En ese momento, el doctor Terríbilis y su magnífico ayudante, se dieron por vencidos, porque ya no había nada que hacer.
    Un tiempo después, unos científicos volvieron a poner la Luna en su sitio. ¡TODO HABÍA SIDO UNA TRAMPA QUE LE HA PUESTO LA TIERRA AL DOCTOR TERRÍBILIS!
    Al final, todo acabó bien y el doctor Terríbilis no volvió a causar problemas.

    FIN

    REALIZADO POR: Lucía Verdegay Fdez.

    ResponderEliminar
  3. ¿?¿?¿?
    El doctor Terríbilis fue a por la Luna pero cuando llegó dijo:
    -¿?¿?¿?
    Pues la Luna no estaba, un científico aún más malvado y aún más inteligente había llegado antes que él, aunque seguía allí.

    El doctor Terríbilis y el doctor Evil se empezaron a pelear por la Luna. Esto confundió a los ciudadanos de la Tierra ya que la Luna se movía constantemente de un lado a otro, finalmente llegó el doctor Magníficus (que por cierto era el bueno) y paró la pelea.

    Hizo que los dos se fuesen a casa y allí se quedó la Luna.

    Daragh O'Brien Arias 6ºB

    D

    ResponderEliminar
  4. El doctor Terríbilis se equivocó en los cálculos y hizo crear un cubo que tapaba la Luna. El doctor, aprovechando la oportunidad, cogió el dinero de toda la gente. Compró una motosierra y hizo el supercrik pero con todo comprobado. Cortaron el cubo de la Luna y la hizo más pequeña. Terríbilis pidió más dinero para devolver la Luna. Con el dinero de la gente de antes y de ahora consiguió más de 3 billones de libras. Al final, el doctor devolvió la Luna y se compró una mansión de 5 pisos.

    ResponderEliminar
  5. OTRO MALVADO: MALVÁDULUS

    De camino a la Luna, Terríbilis y Famulus recibieron un golpe por el lateral de la nave, asustados y sin saber quién era. Miraron por el único cristal que tenían, pero como era frontal, no se veía nada, a parte de el Universo y a lo lejos un punto blanco, la Luna. Famulus se puso el traje espacial y se dispuso a salir. Al abrir la pequeña puerta, vio una gran abolladura en el lado del supercrick, a parte de enormes llamaradas.

    Rápidamente avisó al doctor Terríbilis y éste no supo que hacer. Esperaron, a ver si el supercrick llegaba a la Luna, pero horas después, empezó a pararse y vieron a alguien: el malvado Malvádulus. Les adelantó como si nada y se rió y su cara, sacándoles la lengua. Famulus y Terríbilis pensaban que no se disponía a ir a la Luna, pero en cuanto vieron que justamente iba hacia ella, salieron con el traje espacial para intentar mover la nave, pero resultó en vano.

    Días después de comer comidas de sobrecitos y beber agua con un sabor raro, vieron que Malvádulus cogió la Luna sin ningún problema con su cogenick y se fue hacia Marte (nadie sabe por qué). Al final volvieron a la Tierra decepcionados y entristecidos.

    ResponderEliminar
  6. OTRO SER Y OTRO PLANETA:
    Cuando arrancaron, ya estaban casi en la Luna pero de repente se puso en medio un ser muy raro. Tenía los ojos muy separados y la boca muy pequeña, unas grandes orejas y el cuerpo muy pequeño. El doctor, no tenía ni idea de lo que era pero Famulus, como estuvo estudiando todos animales complejos o raros del universo lo identificó. Le explicó al doctor que era un ser muy extraño que vivía en el espacio y se dedicaba a mandar a otro planeta a los humanos. El ser siempre le preguntaba, "¿A que planeta te diriges?" y al decírselo el humano, el ser lo engañaba diciéndole que le iba a llevar mas rápido y lo llevaba a otro planeta. Al explicárselo, decidió el doctor mentirle y decirle otro planeta que no sea la Luna. Así hizo, hasta que el ser se lo creyó, y les mandó a un planeta al azar: La Luna.
    Al llegar estaban muy contentos y felices.
    Realizado por: Marina Navarro Torres.

    ResponderEliminar