Erase
una vez en el año 2002, un hombre llamado Antonio que se fue durante
tres años a Berlín, una ciudad de Alemania, para poder trabajar.
Él
trabaja en lo que mas le gustaba, era lo que había soñado toda su
vida. Su profesión era de cocinero. El viaje fue muy largo, pues
tardo dos días y medio en llegar, aunque se lo pasó muy bien
observando el paisaje.
En
el tren conoció a Jaime, el hombre que iba ser su compañero de
viaje.
Se
fue allí en busca de nuevos horizontes. Para él, al principio fue
muy triste y duro tener que separase de sus seres queridos. Pero
después se fue acostumbrando a tener que estar solo y a no tener ese
beso de buenas noches y de buenos días.
Cada
semana escribía a su familia contándoles lo que hacía y también
les decía cuanto les añoraba y quería.
Un
día, mientras se vestía para ir a trabajar, se acordó de lo que
quería a sus hijos y a su mujer y decidió que cuando tuviese el
dinero necesario, iba a ir a verles y estar con ellos el tiempo
perdido.
Allí,
en Berlín, estuvo trabajando como loco durante siete meses para
conseguir el dinero.
Cuando
lo obtuvo, fue corriendo a recoger sus pertenencias y a hacer su
maleta para poder ir a comprar el billete de avión, pero todos
estaban completos hasta dentro de dos días.
En
cuanto pasaron los dos días, Antonio fue al aeropuerto y allí cogió
el avión. Esta vez no se aburrió porque sabía que se iba a
reencontrar con su querida familia.
Cuando
llegó al aeropuerto no encontraba su maleta porque se le había
olvidado ponerle el nombre, pero cuando fue a objetos perdidos la
encontró.
Al
final, estuvo con su familia y nunca se volvió a ir a otro país
porque sabía que no lo iba a poder soportar.
Pasaron
la Navidad, todos los años juntos y en familia, eso sí, muy felices
y contentos de la llegada de otro miembro a la familia.
El
bebé se iba a llamar... ¡¡¡Sandra!!!
FIN.
No hay comentarios:
Publicar un comentario