Erase
una vez, el 31 de diciembre del 2012, Anabel y su familia se
reunieron en su casa para estar todos juntos cuando llegue el 2013.
Se lo pasaron de miedo porque se llevaron juegos, hablaron de como
fue el 2012, de que esperan del 2013...¡SE LO PASABAN BOMBA!
Anabel,
antes de que empezara la cuenta atrás, se retó a sí misma para
conseguir para el 2013 mejorar en el instituto, no ser tan
caprichosa, tratar mejor a los demás...
Por
fin empezó la cuenta atrás. Todos estaban preparados listos con la
primera uva en la mano para metérsela en la boca. ¡VAMOS ALLÁ!
Dong. Dong. Dong. Dong. Dong...¡FELIZ 2013! Todos brindaron y se
desearon un feliz 2013. Anabel quería brindar con todo el mundo,
pero no encontraba a su padre. Su padre y su madre estaban
divorciados, pero él había accedido a venir esa noche para estar
con Anabel. De repente, se encuentra a su padre tirado en el sofá
agarrándose el cuello. Anabel le dijo que parase de hacer el tonto,
pero se dio cuenta que era de verdad. Pidió ayuda:
-¡SOCORRO!
Papá necesita ayuda.
Todos
se acercaron, y al verlo en ese estado, lo llevaron al hospital.
Anabel
y su madre estaban en el hospital, llorando y esperando a que algún
médico les avisara o les dijera algo. Un tiempo después, un médico
se acercó y les anunció:
-Señoras,
¿son parientes del señor que ha llegado hace unos 15 minutos?
-Si.
-Lo
siento pero, ha fallecido. Era ya mayor y se ha atragantado con unas
uvas.
Anabel
y su madre echaron a llorar, no creo que pueda describir lo que
sintió, sobre todo Anabel en ese momento. Imaginaros esa horrible
pesadilla que hemos tenido todos alguna vez, pero esta vez es de
verdad. Toda su familia intentó calmarla, pero Anabel no entraba en
razón. Le venían a la cabeza todos esos recuerdos buenos y malos
que pasó con su padre.
Esa
noche fue la peor de su vida. No pegó ojo. Todas las noches del 31
de diciembre han sido tan especiales. Esa no la fue. Anabel sentía
un vació en su corazón tan grande que pensaba que jamás se
llenaría.
Al
día siguiente fue el entierro que también lo pasó fatal. Desde ese
día, Anabel ya no quería hablar con nadie, solo estar sola,
pensando siempre en lo mismo, sintiéndose fatal. Su madre y su
familia probaron con todo: con especialistas, un psiquiatra... pero
no funcionaba. Todas las metas que se había propuesto para el 2013
no fueron realizadas, ni siquiera intentadas: empeoró en el
instituto, era una egoísta y trataba fatal a la gente que intentaba
apoyarla, ayudarla y quererla.
Los
psiquiátricos le decian a su madre con no hablaba, no contaba como
se sentía, solo estaba con la cabeza hacía abajo como si estuviera
pensando en algo que no podía dejar. Su madre también había
recibido llamadas de tutorías del instituto porque Anabel no
prestaba atención en clase, no hacía los deberes porque se pasaba
el día en su cuarto, en sus asuntos...Su madre no sabía que hacer
porque también afectaba a su salud: No comía, no hacía deporte...
Un
mes después del accidente, Anabel se sentía muy extraña, como si
una presencia le siguiera. No sabía si era una persona o a lo mejor
ni era un ser vivo. Era una extraña sensación de que la vigilaban.
En su casa, aunque fuese extraño, también lo sentía. “Esto es
imposible. Estoy en mi cuarto. ¿Quien podría ser?” pensaba ella.
-¿Mamá?...¿eres
tú?
Después
de decir esto oyó una voz muy débil que decía “Nooooooo” “Yo
soy tu padre”
Anabel
no podía creerlo. Su padre había fallecido. No podía ser él. Aun
así, preguntó:
-¿Papá?
“Siiiiiiii”.
“Soy yo”.
-Pero...eso
es imposible...yo...
“Ya
se que te parece raro, pero en realidad estoy solo en tu cabeza”.
“Aunque este en tu cabeza, tienes que escuchar lo que te digo: Que
yo, por desgracia muriera, no significa que tengas que parar tu vida
por mí.”
-Papá,
yo no puedo vivir sin ti.
“Hija,
sigue tu vida, haz tus propósitos”. “Hazlo para que me sienta
orgulloso”. “Yo siempre estaré en tu corazón”
-Papá
espera, no te vayas. ¡NOOOOOOOOOO!
Se
fue. Anabel no comprendía como era posible aquello. De todas formas
no quiso pensarlo demasiado, porque seguro que no encontraba otra
explicación que la de su padre. Se dedicó a pensar en lo que le
había dicho. ¿De verdad podía continuar su vida? Si. Es más,
debía hacerlo. No solo por su padre, si no por ella misma.
Decidió
no contárselo a nadie. Les daría una sorpresa a todos.
Unos
meses después, mejoró en el instituto, trataba mejor a los demás...
Su familia no podía creerlo. Había cambiado muchísimo, cumplió
todos sus propósitos y no se sentía tan mal por el accidente de su
padre. Todo le fue estupendamente a partir de ese día, porque le
ayudó a madurar.
FIN
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